Amistad.
El otro día acompañada de un bostezo de luna menguante pasé por el desvío hacia tu casa, claramente seguí adelante. No podía cambiar mi rumbo, no estaba en mis manos. Rodeada de estraños y aferrada a mi tiquet de pasajera no pude evitar sonreír al acordarme de ti. Sabía que pronto te vería y eso era suficiente para no sentir el frío característico de esta época, sí ese que se te cala en los huesos y a veces no te deja respirar.
Así pues, me di cuenta que desde hace tiempo no me sinceraba contigo. Rídículo pensé. Pero claro, debido a la distancia es difícil mantener el contacto y ser una misma tras el teléfono no inalámbrico a oídos ajenos. Por eso, hoy catorce de febrero me propongo conseguir eso que tanto nos hace falta. Te diré la verdad, esta vez no mentiré ni evitaré el tema. Te quiero y quiero que lo sepas. Sé que no puedes ofrecerme nada, salvo tu incondicional amistad que tanto me ha arropado, sólo te pido que no permitas que lo olvide. Nunca.
Así pues, me di cuenta que desde hace tiempo no me sinceraba contigo. Rídículo pensé. Pero claro, debido a la distancia es difícil mantener el contacto y ser una misma tras el teléfono no inalámbrico a oídos ajenos. Por eso, hoy catorce de febrero me propongo conseguir eso que tanto nos hace falta. Te diré la verdad, esta vez no mentiré ni evitaré el tema. Te quiero y quiero que lo sepas. Sé que no puedes ofrecerme nada, salvo tu incondicional amistad que tanto me ha arropado, sólo te pido que no permitas que lo olvide. Nunca.
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