Copos de nieve.

El nuevo año interrumpe en mi vida con frío y nieve. Al contemplar la claridad del nuevo paisaje a temperaturas bajo cero, secándome tus meses de ausencia; me doy cuenta que el no tener ninguna razón para quedarme es un buen motivo para irme. 

De repente una verdad me da un tortazo en la cara, no temo a la soledad, de hecho es una de las pocas cocas que revindico en mi vida, sino a estar sola. Negar ese sentimiento es lo que realmente me mata por dentro.

El tiempo es la cadena que te ata a una persona y pospone la despedida. ¿A causa de qué? ¿Con qué pretexto nos hacemos esto? Por muy larga que haya sido la relación, todo acaba al darte cuenta de que habéis madurado por caminos diferentes y lo que al ser jóvenes aseguraba un "felices para siempre" ahora está conectado con el ego y el no querer entender.

Cuando algo se rompe del todo, tu vida queda repleta de extractos de jergas y lugares vuestros. A pesar de hacer una bola con ello y guardarlo en una caja cerrada con llave en el fondo de tu armario o debajo de tu cama, de vez en cuando necesitas recordar y repasar vuestras fábulas. Cuando te sientes preparado vuelves a vuestros lugares para reconectar, ya que si había magia ¿por qué debería haber desaparecido al ser solo uno?

Hay mucho miedo a estar solo, a escuchar lo que no es ruido a nuestro al rededor. 

No ofrezcas tu corazón, ya que la alegría de conectar con alguien es como una flor, al final se marchita y cae.

Uno debe aprender a no esperar ni exigir a otra personal el mismo nivel de compromiso, debido a que cada uno obedecemos a diferentes temperamentos. Hay momentos que exigen lamerse uno mismo las heridas y no extender mucho los límites de la dependencia.

Debo tener claro una cosa, el amor es querer dos.

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