Crueldad.
Me persiguen los momentos que nunca hemos vivido, escenas con tus amigos y los míos (¿curioso no? ). Paso demasiado tiempo con tu nombre en boca de otros que siempre vuelvo a casa con el eco de tu imagen en mi cabeza. Otra noche sin dormir.
Nuestras conversaciones de WhatsApp son tan escasas y cortas que preferiría que no me escribieras. De verdad, no seas tan cabrón.
Busco un cambio desesperada, una reacción, aunque sea tarde. Me menosprecias y yo sigo aquí, en línea, siguiéndote el juego, repitiendo tus frases con miedo a ver que hay mucho más por descubrir y todo por esta puta obsesión.
Dejaste de gustarme hace tiempo. Me pregunto si alguna vez te deseé porque sí y no por la excitación de descubrir que yo de vez en cuando resulto atractiva.
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