¿Hemos llegado ya?
Cada vez que me miras me pregunto si hemos llegado ya a casa. Llevamos tanto tiempo dando vueltas a la manzana buscando un hueco para aparcar que no notamos como el frío ha ido colándose poco a poco en el coche, la calefacción funciona a la perfección pero es como si no fuera suficiente. Empiezan a bajar las temperaturas debido al otoño, la suave brisa que desplaza de un lugar a otro las hojas de los árboles es capaz de arañar la piel dejándote cicatriz. A ratos llueve con tanta fuerza que las gotas podrían deshacer cada hilo que contiene nuestra ropa.
Nosotros seguimos ajenos a los fenómenos atmosféricos, solo buscamos un sitio donde aparcar. Te miro, estás serio y en tensión. Sueltas algún taco de vez en cuando queriendo hacer frente al silencio. Me acaricias la mejilla y aprietas mi mano con fuerza. Es el momento idóneo de decirte lo que pienso, de pedirte que dejes de conducir ya que nuestra mejor carta es largarnos de la escena y empaparnos con la lluvia, pero no. Hay que dejar la ilusión de lado y optar por el camino que sé que tarde o temprano recorreremos, así que simplemente sonrío y te beso.
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