Julio de 2016.
Tengo muy presente mi pequeña aventura de verano. Como después de dos meses de agobios y miedo al fracaso me llevó mi padre de vuelta a mi casa. Se encontraba vacía. Coloqué la maleta, de las pocas veces que lo he hecho y descansé en la calidez de nuestro sofá. Veinticuatro horas después volvía a estar con la maleta en mano dirigiéndome a mi hogar temporal, sin casi verles.
Los días se pintaron de otra rutina en la que cuando les veía unos minutos al día me quedaba llorando. Sola.
Les quiero. Les quiero. Les quiero. Siempre.
Los días se pintaron de otra rutina en la que cuando les veía unos minutos al día me quedaba llorando. Sola.
Les quiero. Les quiero. Les quiero. Siempre.
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