Ella.
Hoy es de esos días en los que correría a esconderme tras la sombra de una roca con la esperanza de olvidar, esperando ansiosamente que me arrope un tsunami. Así, aislada sobreviría a base del tick-tack de mi acelerado corazón, sin necesidad de alimento más que el nudo que recorre mi cuerpo. Pero de repente aparece ella aliviando mi peso y recordándome que el mundo no es tan inmenso como lo veo y que juntas es pequeño, tanto que cabe en nuestra palma de la mano. Y por un momento me siento feliz, ligera.
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