Historia de una estación.
Nos escondemos en una esquina donde los pasajeros no puedan vernos, pero ahí están con sus miradas ausentes y sus manos cansadas. Me acercas más a ti y me aprietas fuerte, yo me estremezco y vuelvo a capturar tus labios . La hora se acerca y tu autobús va a salir en unos minutos junto con el mío tiempo después. Tus frías manos me rodean mientras nos dirigimos a las dársenas de autobuses, me besas rápidamente antes de picar y el conductor nos sonríe con complicidad y se ríe por nuestra tonta discusión (¿al final en qué hemos quedado, te llamo yo cuando esté en mi autobús y luego tú cuando llegues a casa?). No puedes parar de reírte y yo a la vez que te llamo "gilipollas" te lanzo besos. Con el sabor de tu boca en mis cinco sentidos me encamino hacia mi destino. Han sido ya tantos días que hemos repetido esta escena que ya no me acuerdo de si hubo un principio o un punto y a parte, tan sólo tengo una cosa clara que la puedo definir en una palabra, la cual me persigue últimamente cuando me alejo de ti y cuando te vuelvo a ver. Tuya.
Comentarios
Publicar un comentario