Idiota.

Ayer me hablaste por la cercanía del fin de semana, te acordaste de que seguramente iría. Me preguntaste qué tal estaba y cómo me iba, estabas intentando empezar una conversación algo que no hacías en mucho tiempo. Todo el interés repentino por saber sobre mi y mi vida universitaria finalmente descubrió aquello por lo que te acordaste de mi. Te dije que sólo estaría el domingo, a lo que tú preguntaste si me verías, yo te respondí con una acusación escondida. Llámame tonta o idiota, sólo estaba tratando llamar tu atención. Tu respuesta me dejó de piedra, sacaste esa parte dura tuya que tanto me gusta, y no pude evitar sonreír. No te confundas, estoy harta de esta situación: de tus "jejeje" y monosílabos y de tu pasotismo. Lo mejor de todo es que no me aportas nada, no me has dado nada que me pueda quitar la respiración con razón. Sin embargo aquí estoy, luchando cada día contra mis pensamientos que no paran de decirme tu nombre.